
Inicio estas reflexiones con el pensamiento de Judith Butler : “esta criatura que soy yo está afectada por algo exterior a sí mismo, entendido como un a priori que activa y da forma al sujeto que soy”. Entendemos que el sujeto es sólo una expresión particular de la totalidad social y como tal, es capaz de producir realidades nuevas por sí mismo, de ahí la insuficiencia de la identidad.
Como afirma Alain Touraine: “Era la socialización lo que hacia triunfar el principio de realidad e imponía al desorden de los deseos el orden de la ley”. De esa forma el sistema neoliberal dominante todavía (el objetivo de Morena es erradicarlo), aliena a las subjetividades, a tal grado que sólo podemos ver una parte de la realidad o hablar o reír, donde ellos nos indican. Esta mutilación de la subjetivación, genera identidades segregadas, en el momento en que el sujeto se autonomiza de los otros.
Se produce, entonces, una identidad eterodirigida, si el sujeto se reconoce a sí mismo, por el sentido producido por otros. Identidad etiquetada, cuando el sujeto construye su identidad y la diferencia, la fijan los otros. Identidad desviante, cuando el sujeto carece de capacidad para su identificación y sólo se define por su diversidad.
La identificación y el sujeto no es una simple relación ni la especie superior, sino una configuración que conjuga los modos objetivos de la existencia social, natural, civil y política. Como bien afirman algunos filósofos, que el hombre es entonces el centro de referencia de la historia; no hay historia sin él y allí se conciertan sus ámbitos.

(Foto: Especial)
En los modos citados y en sus intersecciones, aparecen las formaciones del sujeto, como aptitudes, capacidades y habilidades, donde se fundan las configuraciones del individuo y la razón, constituyendo el lado subjetivo. De aquí la importancia de comprender, que el sujeto sólo se explica si es libertad, esto es, independencia respecto a su propia identidad y a la necesidad o la ley natural. Por tanto, deja de ser servidor de Dios, la Razón o la Historia. Ante estas identificaciones, que abandonaron al yo, en donde la unidad de éste, era la proyección en el individuo, de la unidad y la autoridad del sistema social.
Esos principios integradores del sentido y de la experiencia del individuo, dejan su lugar a la organización de la personalidad, vía el consumo, que no tiene principio de integración. Como afirma Anthony Giddens: “ En este caso la discontinuidad se manifiesta en el ritmo del cambio, en ámbito del cambio y la naturaleza intrínseca de las instituciones. En el primer caso la velocidad de las tecnologías, en el segundo la supresión de las barreras en la comunicación entre las regiones del mundo y por último, la simplificación de los estados-nación”.
De esa manera el sujeto pierde toda referencia a sí mismo y queda expuesto, a ser un puro objeto de placer. El ser particular sufre al ser desgraciado, al sentir que su mundo vivido, es tan descompuesto como el orden institucional o la representación misma del mundo. Recordemos la ruptura de la sociedad cristiana, en nombre del mismo cristianismo, condujo a la interiorización de la fe, en el momento de las reformas protestante y católica.
Se requiere del rechazo simultáneo de la instrumentalidad y de la identidad para que el sujeto se configure. El sujeto se distancia de las comunidades demasiado concretas, demasiado holistas, que imponen la identidad por medio de los deberes, más que sobre derechos, sobre la pertenencia y no sobre la libertad. Si se funda el sujeto en lo último, entonces, éste es deseo del individuo para ser un actor y la subjetivación, se configura en el deseo de individuación. Sólo se logra lo anterior, si hay un interfaz suficiente, entre el mundo de la instrumentalidad y el de la identidad. Este “plus” de socialidad, escapa al sujeto y cobra vida, fuera de su alcance.
En el campo de la historia, la voluntad del hombre pone las cosas bajo su control, por la acción, el hombre adquiere el fundamento y la capacidad de constitución; por la libertad, el sujeto tiene la capacidad de oponerse al orden de la necesidad y por el lado de la racionalidad, se adquiere la capacidad de actuar y pensar, con principios elaborados por nosotros mismos.
En su proceso de individuación y en su génesis histórica, el sujeto es mediado por los distintos niveles de la socialidad, desde la morfología social, esto es, lo material, misma que es trasfigurada por la acción colectiva humana y penetrada por los símbolos, las ideas y los valores, que el psiquismo colectivo les atribuye. Después encontramos el estrato simbólico, donde localizamos el sentido de las palabras, las banderas, o la representación de un agente del orden, que encontramos en la esquina de una calle.
Después localizamos a las organizaciones, que son conductas colectivas habituales, jerarquizadas y centralizadas. Posteriormente las costumbres, tradiciones, ritos que se transfiguran en lo que conocemos como instituciones sociales. Enseguida aparece el estrato profundo de las conductas colectivas, que son las acciones que innovan, que crean lo nuevo o lo que Durkheim llamó “ Las corrientes libres del psiquismo colectivo”. Encontramos también el mundo de las ideas, de los valores, que son los motivos-motores de la conducta colectiva ( la cartilla moral de Morena). Por último, se advierte la conciencia colectiva, que está en cada uno de nosotros y cada uno de nosotros, está en la conciencia colectiva.
En dicho trayecto histórico de la socialidad, nada garantiza que el sujeto se asuma en una individuación con capacidad de proyecto, de utopía o de transformación; esta es una de las tragedias de la existencia humana, que ha de construir su destino, por sí misma. Recordemos que en nuestro tiempo se sustituyó la libertad del sujeto, por la propuesta de la planificación, que al final de cuentas deja al individuo en la jaula del control. La historia se redujo al cambio de las condiciones materiales de la existencia, la vida del sujeto particular, se subordina a ellas. Sin libertad y pensar, la vida no tiene sentido.
El mundo de la socialidad, no es simple objetividad, simple morfología social, sino forma cargada de valores, sentidos y significados, que se conjugan en el modo de la existencia del sujeto. El hombre es el fin universal y se llega a él, a través de las formaciones particulares del devenir histórico. De ese modo el sujeto sin la voluntad de verdad, queda atrapado en el camino de la propia socialidad y a su propia representación de sí mismo. Sin embargo, la verdad integra las perspectivas universales, que configuran el mundo, a su comprensión por el hombre y a los puntos de vista, donde la acción lo asume. Otro mundo es posible y necesario.
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