
De músico, poeta o loco, todos tenemos un poco, popular refrán que incluso sirvió para dar título a una muy vieja película del cómico pachuco Tin Tan en el ya lejano 1947. Y si, algo de verdad tiene el dicho. Sobre todo en lo que se refiere a “loco” pues bien, lo que se dice bien desde el punto de vista mental como que no todos andamos al cien por ciento, y menos en estas fechas.

(Foto: Especial)
Los usuarios habituales de las redes sociales se habrán dado cuenta de lo frecuente que es encontrar adjetivos para distintos personajes, a los cuales se les cuelgan diversas etiquetas, desde los insultos más simples hasta acusarlos de cursar con cuanta enfermedad mental se les ocurre. Y no siendo todos médicos, es muy posible que reine cierta confusión entre los lectores.
Repaso en esta ocasión una de las patologías más popular en redes, el llamado Trastorno paranoide de personalidad, el cual se usa con gran liberalidad adjudicándoselo a quien ha mostrado conductas, vamos a decir que inusuales, extrañas o de plano atípicas. Si lo pensamos con detenimiento nos daremos cuenta de que prácticamente todos tenemos a un amigo o conocido que cursa con alguna de esas características en mayor o menor grado.
La sintomatología principal, digamos que “pivote”, consiste en una tendencia generalizada e injustificada a interpretar las acciones de los demás como agresivas o amenazantes para él.
La prevalencia en la población general oscila, según los diferentes estudios, entre el 0.5 por ciento y el 2.5 por ciento, que equivale, en una población como México a una cifra que supera holgadamente los dos millones de personas. Las personas que presentan este trastorno raramente buscan tratamiento por sí mismos, por lo general son enviados a consulta por su cónyuge o por su jefe.
En el trabajo pueden son capaces de simular una normalidad que no la tienen, dato este por lo que se estima que este trastorno es más abundante de lo que parece. Son individuos aparentemente congruentes.
Por lo general estas personas se creen explotadas por los demás, son desconfiados, patológicamente celosos, reaccionan a menudo de forma agresiva. Afectivamente son individuos fríos, egocéntricos y rígidos.
Tienen una cierta incapacidad para perdonar los agravios, reales o supuestos, presentan un sentido combativo y tenaz de los propios derechos al margen de la realidad, hay una predisposición a sentirse excesivamente importantes con una actitud autorreferencial constante, sienten preocupación por conspiraciones sin fundamento, son rencorosos, reticentes a confiar en los demás por temor injustificado a que la información que compartan vaya a ser utilizada en su contra. Se muestran muy impresionados por el poder y el rango social y expresan desdén por aquellas personas que consideran débiles.
Tienen ideas falsas de la realidad, y la dificultad estriba en que, sobre esa premisa falsa, se construye un edificio de ideas que parecen estar correctamente hilvanadas. Buscan indefectiblemente una situación de ataque, y para enfrentar a ese enemigo articulan una serie de argumentos bien estructurados, creíbles, con la salvedad de que el enemigo o la situación amenazante es falsa, no existe, pero ellos están genuinamente convencidos de que la amenaza es real.
Lo más frecuente es que el trastorno perdure a lo largo de la vida del sujeto, siendo en algunas ocasiones un preludio de cuadros esquizofrénicos. En situaciones de estrés la sintomatología se exacerba.
El tratamiento no es fácil ni garantiza buenos resultados, básicamente es psicoterapia. si bien hay que reconocer la enorme dificultad que tienen estas personas para tomar conciencia de que su forma de comportarse esta alterada, ya que interpretará todo como un complot en su contra.
El uso de los sedantes habituales es poco útil, salvo que existe una marcada agitación y ansiedad. Pero en los casos donde ya se sospeche el inicio de un problema mayor como lo es la esquizofrenia, padecimiento altamente incapacitante, entonces está indicado el uso de antipsicóticos potentes como la quetiapina, la olanzapina y otros.
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