
A Zapata lo asesinaron a traición en Chinameca, Morelos, un 10 de abril de 1919… y desde entonces, la memoria se echó a andar.
Quienes creemos en la honradez del ser humano, quienes sabemos todo el esfuerzo que va de por medio al tener en nuestras manos un producto del campo, cultivado con las enseñanzas que heredaron los más mayores, entendemos también el porqué del inmenso cariño y respeto que esas gentes sencillas llegan a tener por personajes que defendieron y hoy continúan defendiendo tierras comunales, bosques, aguas y todo tipo de recursos naturales que forman parte de la propia existencia.
Cuando mi único hijo tenía alrededor de tres años, tuvimos la privilegiada oportunidad de prestar servicio a la recién fundada Unión de Comuneros Emiliano Zapata de Michoacán. Entonces, de viva voz, conocimos la problemática y las tribulaciones que las denominadas comunidades indígenas exponían, primeramente a los abogados (encabezados por don Efrén y Evita Capiz), y posteriormente, en asamblea, ante todos los representantes de otros núcleos agrarios que, documentos legales en mano, acudían a recibir asesoría de quienes se especializaban en derecho agrario.
Al terminar las asambleas, no importando la hora que fuera, los comuneros (hombres, mujeres y niños) permanecían atentos a la lectura que hacían colaboradores (cantautores, teatreros, estudiantes de Historia, de Economía o de Filosofía) ofreciendo datos biográficos, pasajes históricos y pensamientos inspiradores de personajes tan diversos como Hidalgo, Morelos, Zapata o Doroteo Arango, así como de filósofos, historiadores, literatos y poetas nacionales y de otras latitudes.
En alguna ocasión dieron lectura de una emotiva misiva escrita por el general Emiliano Zapata Salazar, dirigida al pueblo: “El instinto popular no se había engañado, la intuición campesina tenía razón. Carranza, hombre de antesalas, legítima hechura del pasado, imbuido en las enseñanzas de la corte porfirista, acostumbrado a ideas y prácticas de servilismo y de aristocracia, entendiendo por política el arte de engañar (…) Carranza el anticuado, Carranza el vetusto, no estaba en condiciones de comprender los tiempos nuevos y las nuevas aspiraciones.
“Imposible que él, formado sobre los moldes porfirianos, encarnase las ideas de una juventud deseosa de reformas, y más inconcebible todavía y más absurdo que él llegara a ser el intérprete y el representante de esa fogosa generación que llena de confianza en sí mismas, se levantó en 1910 y volvió a erguirse en 1913, sacudiendo yugos, rechazando preocupaciones, imponiendo principios, arrasando aquí desigualdades, derribando allá exclusivismos, y clamando por el advenimiento de una nueva era que diese justicia y libertad a los oprimidos, y enérgica y virilmente refrenase los abusos, las invasiones y las ansias de dominio de esa audaz oligarquía de acaudalados que protegiera Porfirio Díaz.
“El desengaño tenía que venir, y vino, para los que creyeron en la honradez del ex gobernador de Coahuila… En momentos tan críticos como decisivos para el porvenir de la República, la revolución agraria invita a un esfuerzo común contra los déspotas, a todos los verdaderos revolucionarios del país, a todos los hombres que anhelan la emancipación del obrero y del campesino, a los que tengan fe en los destinos de su pueblo, a los que desean para sus compatriotas una era de bienestar, de trabajo, de paz, pero también de trascendentales y necesarísimas reformas… Reforma, libertad, justicia y ley. Cuartel General de la Revolución de Tlaltizapán, Morelos, de 27 de diciembre de 1917. El general en jefe del Ejército Libertador. Emiliano Zapata”.

(Foto: TAVO)
Desde el año 1915, en un antiguo molino del pueblo de Tlaltizapán, Emiliano Zapata había instalado su cuartel general. Atrincherado en su región, lejos de los señores patilludos y de las damas emplumadas, lejos de la gran ciudad vistosa y tramposa, el caudillo de Morelos liquida los latifundios, nacionaliza los ingenios azucareros y las destilerías y devuelve a las comunidades las tierras robadas a lo largo de los siglos. Renacen los pueblos libres, conciencia y memoria de las tradiciones indias, y con ellas renace la democracia local, la verdadera autonomía. Ahí no deciden los burócratas ni los generales: decide la comunidad, discutiendo en asamblea, dialogando, conciliando… Queda prohibido vender la tierra o alquilarla. Queda prohibida la codicia. Y los jóvenes técnicos (como don Antonio Díaz Soto y Gama), educados en universidades, llegan a Morelos con sus trípodes y otros instrumentos para ayudar a la Reforma Agraria impulsada por el Ejército Libertador del Sur.
Este fue el tremendo agravio que el general Emiliano Zapata cometió contra la clase adinerada del país: devolver la tierra a sus legítimos custodios, a quienes la conocen, la cuidan, la quieren y la cultivan. Y a traición tuvo que morir. No había otra forma para quitar del medio al hombre que enseñaba que “la vida no es sólo miedo de sufrir y espera de morir”.
En esta época de neoliberalismo, y aunque el derecho a recordar no figure entre los derechos humanos consagrados en las Naciones Unidas, hoy más que nunca es necesario reivindicar sus ideales y ponerlos en práctica, como lo hacen en todo el mundo líderes y gente de distintas culturas: no para repetir el pasado, sino para evitar que se repita. El recuerdo hace vivir a la memoria, que no sólo contempla la historia, sino que invita a hacerla.
Yo afirmo que al recordar al general, hoy muchos pueblos lograron que la memoria viva saliera de libros y museos (donde seguramente se aburre) y se mezclara con el aire, llegara a las profundidades de selvas, bosques y cañadas, costas y llanuras, inspirando a miles de hombres y mujeres que sueñan y luchan contra todos esos intereses mezquinos que sólo traen despojo, depredación y miseria a quienes viven del campo y sus recursos (que, por si no lo recordamos, son quienes cultivan los alimentos que llegan cada día a nuestros hogares).
Hoy que a nivel mundial vivimos una crisis de la supervivencia de la humanidad, se impone recordar al general que en territorio mexicano inspiró las bases de propuestas alternativas que se han originado como resistencia frente a la depredación neoliberal: “La organización colectiva, la asamblea como instrumento supremo para la toma de decisiones, las prácticas productivas orientadas por el respeto a la naturaleza, la conservación de la biodiversidad, el rescate de la cultura, los mercados justos y orgánicos y la autodefensa ante los planes capitalistas”.
Este 10 de abril saludamos con respeto a quienes han retomado luchas e ideales libertarios.
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