
Terminábamos de hacer el recorrido por sus salas y era obvia la expresión de agrado de los visitantes. A uno de ellos, académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas, le pregunté, ¿qué te pareció? No había entrado a un lugar parecido, respondió con celeridad y entusiasmo.
Habíamos estado en el Centro de Interpretación de la Ruta Don Vasco, un espacio casi sin promoción y por ello casi perdido en el barrio de la colonia Revolución, en la antigua estación del ferrocarril de Pátzcuaro. Por mero azar, alguien me lo había recomendado y al hacerlo me habló glorias del espacio, su concepción, su tecnología y su sustento histórico y cultural. Me quedé impresionado, fascinado, convencido de que el Centro de Interpretación de la Ruta Don Vasco debe ser punto obligado de visita, tanto de locales y nacionales como de internacionales que desean acercarse al Michoacán tocado por tata Vasco.
El espacio que recién entró en funcionamiento en noviembre de 2015, luego de estar en limbo alrededor de dos años, tiene instalada alta tecnología que hace de la estancia en él una experiencia altamente educativa, estética, informativa y motivante. Es este uno de esos espacios públicos que todo ciudadano termina por reconocer como una obra en la cual se invirtieron virtuosamente los recursos públicos y que te preguntas porqué no hay más de estas salas en otros lugares del estado, tal vez con otra temática, pero sustentada en esta plataforma y esta concepción de la comunicación.
El espacio pretende promover el turismo sobre la ruta de don Vasco de tal manera que parte de la información ahí disponible pretende poner en contacto al visitante con artesanos, cocineras tradicionales y lugares históricos. Desafortunadamente fue una obra concebida en otro gobierno y apenas sobrevive a la maldición del sexenio mexicano: ha muerto el gobernador, viva el gobernador.
Si acaso, este maravilloso espacio podrá sobrevivir dos meses más. No cuenta con presupuesto autorizado por la Cámara de Diputados y tampoco tiene subsidio gubernamental ni apoyos financieros de la Secretaría de Turismo. Ninguna institución gubernamental ha mostrado interés en hacerse cargo del Centro de Interpretación. Es decir, está condenado a cerrar sus puertas y con ello, dejar perder, por deterioro, el costosísimo equipo que apenas tiene seis meses de servicio.
La discontinuidad de políticas públicas exitosas es una tragedia en los ámbitos en que ocurre. Cuando el proyecto del Centro de Interpretación fue ideado se hizo en el marco de promover una de las mayores potencialidades de Michoacán, el turismo. La enorme inversión en él tuvo una justificación clara para el desarrollo de este sector. Sin embargo, la ruptura de continuidades está condenando al desperdicio y a la muerte una obra que tuvo grandes costos para los contribuyentes michoacanos y está dejando sin una buena oportunidad al turismo para alentarlo.
El secretario de Turismo federal y el gobernador, Silvano Aureoles, estuvieron en este espacio en noviembre, el Día de Muertos. Reconocieron las virtudes del Centro y tomaron compromisos para apoyarlo. En los hechos los recursos no han llegado y los costos de mantenimiento, que son importantes, están consumiendo con rapidez el modesto recurso otorgado por el gobierno de Salvador Jara, el que si acaso permitirá que el Centro opere por 60 días más.
El Centro de Interpretación de la Ruta Don Vasco es ya un patrimonio cultural, educativo y turístico de los michoacanos que no debe perderse. Para evitar que cierre sus puertas es determinante la gestión de la secretaria de Turismo, Liliana López Buenrostro. Como dijera el clásico griego en sus manos está que viva o muera. Pero también los ciudadanos podemos fortalecer este espacio visitándolo en Pátzcuaro, en la antigua estación del ferrocarril, en la Calzada Ibarra número 1. Con seguridad, luego de vivir la experiencia, exclamarán, ¡no había entrado a un lugar parecido!
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