
Michoacán en general y Morelia en particular han sido cuna de grandes hombres que han influido en la historia de la nación en diferentes rubros y etapas; innumerables son las personalidades de ayer y de hoy que pudiéramos mencionar. No obstante, hay un personaje que sobresale por su influencia como ideólogo, político, sacerdote, militar y hasta como jurista sin haber estudiado específicamente la carrera de Derecho, más aún cuando su cuna fue por demás humilde, orillándolo a trabajar en varios oficios y ocupaciones, sobresaliendo la de arriero, ambiente que en un momento determinado fue esencial para llevarlo a conocer los lugares más recónditos de su área de influencia y que le sirvieron como salvoconducto y estrategia en diferentes campañas militares en pro de la Independencia nacional. Nos referimos, por supuesto, a José María Morelos, quien haciendo honor a su grandeza, la ciudad de Valladolid, y en aras de desterrar en lo posible la herencia española en localidades mexicanas, se tomó su nombre para rebautizar a la capital michoacana.
Se sabe que el 18 de febrero de 1760 José Manuel Morelos y Robles, carpintero oriundo de Zindurio, una pequeña localidad predominantemente indígena situada a una legua de distancia al poniente de Valladolid, y Juana María Guadalupe Pérez-Pavón y Estrada (1745-1799), también originaria de la población de San Juan Bautista de Apaseo, asimismo cercana a Valladolid, se unieron en matrimonio. Se dice que el apellido de la familia era Sandoval, pero que en el siglo XVII se deformó debido a que vendía moras, y la gente los llamaba Moreros, pero con el tiempo pasó a ser “Morelos”.

(Foto: Archivo)
La señora Juana María de Morelos asistió en Valladolid a la misa dominical del día de San Jerónimo y, al salir, sintió los dolores de parto en la calle. Solicitó auxilio a las monjas del convento de San Agustín, donde nació José María, en el pórtico del convento, era el lunes 30 de septiembre de 1765. El 4 de octubre de ese año fue cristianado en la Catedral de Valladolid con el nombre de José María Teclo Morelos Pavón y Pérez.
La Republica Mexicana ha nombrado muchos lugares con su nombre. El caso más conocido es el de su ciudad natal, Valladolid, renombrada en 12 de septiembre de 1828 como Morelia por decreto del Congreso local. También el estado de Morelos fue nombrado el 21 de enero de 1869 en honor a él por decreto del presidente Benito Juárez. El emperador Maximiliano de Habsburgo decretó que en 1865 centenario de su nacimiento, se le erigiera una estatua ecuestre en Morelia, que aún hoy permanece ahí, en el lugar conocido como Plaza Morelos, espacio donde año con año se le realiza un gran homenaje que es seguido por un majestuoso desfile cívico-militar , cerrando con la algarabía de una verbena popular.
En esta ocasión, la festividad por Morelos está enmarcada de tristeza por los acontecimientos lamentables que han arrojado los sismos de septiembre, penosos eventos que pusieron en riesgo la celebración por el decreto de luto nacional, aunque resultaba incomprensible que existieran eventos deportivos, como es el caso del futbol que por tratarse de eventos con gran influencia de la iniciativa privada, dueños de equipos y televisoras, si se rescataran y unos de los actos más célebres, como el aniversario de Morelos, quedara relegado, cuando puede ser un día donde se recuerde y se ratifique el nacionalismo y la solidaridad demostrada en estos días por el pueblo de México, valores que en su momento impulsó el clérigo José María.
No sólo debemos rescatar la importancia de la conmemoración de la vida y obra del cura de Carácuaro por lo ya puntualizado en el párrafo anterior, también es importante considerar que en la ciudad hay un alto porcentaje de habitaciones reservadas en los diferentes hoteles, principalmente a lo largo y ancho de la Avenida Madero, por lo que el turismo y la derrama económica que se obtienen se verían trastocados; lo mismo hubiese pasado con centenares de comerciantes que llegan a Morelia, o que viven en ella, iban a verse perjudicados porque para muchos este día, inclusive el anterior, representa una oportunidad que ayuda a paliar sus limitados ingresos, de igual forma podemos señalar sobre comerciantes establecidos y de una gran cantidad de personas que dependen de su trabajo en bares y demás centros de convivencia social o familiar. Sin duda son más de peso las cuestiones positivas que negativas. De tal manera consideramos que las autoridades tomaron la mejor decisión.
México, después de los hechos por todos conocidos, debe encontrar los mejores caminos hacia la recuperación, sabemos que después de lo ocurrido las etapas de rescate y limpieza representan retos y desafíos que implican trabajo, dedicación, humanismo y honradez y que a la par, la situación emocional de los afectados también debe ser atendida, sobre todo cuando nuestro país está soportado por un suelo estimado como de alta sismicidad, circunstancia que obliga a seguir sembrando la cultura de la prevención, cultura que ha rendido sus frutos y que ha sido fundamental para que las víctimas sean menos de las potencialmente consideradas.
Nadie duda de que las tragedias nacionales y locales, como fue el caso de los granadazos el 15 septiembre de 2008, son difíciles de aceptar o digerir por las consecuencias sociales y el estado de ánimo que provocan, pero también es claro que se hace necesario, en lo posible y de marera progresiva, retomar el ritmo de vida, los roles que cada uno juega en lo social y familiar; sabemos que las heridas aún están abiertas, que el camino de la reconstrucción será largo y pesado, sabemos que la pérdida de familiares y de patrimonio es complicado asimilar, pero también sabemos de las formidables muestras de apoyo que países, organizaciones sociales, deportistas, gente del espectáculo, algunos actores políticos y en gran medida el pueblo de México han manifestado y esto sirve de gran paliativo en los momentos actuales, sólo resta a los responsables del manejo de los recursos financieros el ser leales y honestos en su manejo y aplicación. Si a los gobernantes no se les tiene confianza, ahora podría ser el momento de que ellos demuestren lo contrario. Que el recordar los postulados sobre la integridad y la honradez que declaró Morelos mueva sus conciencias por muy oscuras que estén y no olviden una de sus máximas que reza: “No hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad”. Aunque lo verdaderamente significativo es ponerlo en práctica. Ahora es el momento.
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