
La acción constituyente de la política tiene como campo la esfera lo público. Ante esto surge obligadamente una pregunta: ¿qué le sucede a lo público de la política con las imposiciones privatizadoras del modelo de economía neoliberal? Los efectos en dicho campo público son devastadores. Veamos.

(Foto: TAVO)
Los procesos de privatización, achicamiento del Estado, las desregulaciones, reducciones al gasto público y las reformas estructurales no sólo afectan el patrimonio material de la nación, sino que también sus efectos alcanzan lo emocional, lo corporal, lo sentimental y lo intelectual de los mexicanos. Aunado a lo anterior está la destrucción de los lazos de solidaridad del tejido social o relación social de la comunidad política. Lo que Sigmund Freud nombró como “desintrincación pulsional” y Zygmunt Bauman denominó “vida líquida”.
¿Por qué afirmamos lo anterior?, porque no sólo se privatizan las cosas, lo material, sino que la relación social, el vínculo solidario con los otros, también se privatiza al convertirlo o reducirlo a la pura individualidad, es decir, al cultivo de uno mismo, al yo narciso que vive de su propia imagen y se instala en las envolturas narcisistas y la otredad desaparece como diferencia.
Por eso el Quinto Informe de Peña Nieto es el modelo de la caverna de Platón, donde el espectáculo es la sombra de la realidad. La sombra, la máscara, encubren a la realidad. Quien le aplaudió lo hizo a la máscara, a la sombra, las cuales se han escapado del mundo real. Aquellas viven para sí mismas, se sienten la fuente del poder (fetichismo del poder), se han aislado de la realidad social y han olvidado que la fuente del poder está en la soberanía popular.
Ser tú mismo, ir a lo tuyo, la muerte de los ideales, están sustituyendo al Homo economicus, personalidad típica ortodoxa de la sociedad capitalista, por el excelente producto del individualismo burgués. Por eso afirmamos que lo solidario, lo común, lo de todos, lo público, como los ideales, llegan a su fin (ejemplo: el frente PAN-PRD-MC). Las causas sociales se suplen con el cultivo del egoísmo, del yo como fundamento de la existencia. Lo que vale es el yo, el nosotros cada día desaparece.
El capital financiero y su fin principal de concentrar el gran dinero en pocas manos no sólo devalúan el peso mexicano, sino que también afectan el mundo de los vínculos sociales y la pulsión de muerte le gana a la pulsión de vida, ahora todo es líquido. Así se da la convergencia entre el capital y el discurso técnico. Lo anterior se manifiesta en las preocupaciones por uno mismo y el olvido de los demás, de los otros. Este hecho fragmenta el concepto de clase social, de grupo, de comunidad. El mercado lo es todo.
La crisis moral, social, económica, de corrupción e impunidad que hoy vive la nación produce una relación social, cuyo contenido se caracteriza por el predomino del individuo sobre lo colectivo, lo público. Al afirmar el poder político que “Michoacán está en ti”. Esto es el ejemplo claro de que lo público, lo de todos, se coloca en el yo individualizado. Lo privado le gana a lo público.
Estamos asistiendo a la atomización de lo social por la vía de la privatización. Este hecho se orienta hacia la construcción de la individuación. Es entonces que la responsabilidad social se coloca en el individuo y el nosotros deja de existir. Aquí es donde hace su entrada triunfal el hombre psicológico, el producto más acabado del neoliberalismo (narcisismo-consumismo).
Tiene razón el gobernador Silvano Aureoles cuando afirma que “un componente fundamental de la política es la palabra y es creer en la palabra, quien dice una cosa y hace otra difícilmente puede aspirar a tener credibilidad”. Es cierto, pero el gobernador de Michoacán ignora y oculta que las palabras tienen un contenido que las vincula con un conocimiento, una visión del mundo, una ideología, una intencionalidad; es decir, con la verdad o la mentira.
Un ejemplo claro de lo anterior es Enrique Peña Nieto, quien es congruente con lo que piensa y hace dado que su intencionalidad se coloca del lado de las privatizaciones, la reducción del gasto público, las desregulaciones, esto es de los intereses de la oligarquía nacional y extranjera, y violenta la soberanía de la nación con sus reformas estructurales. Por tanto, la congruencia es digna de sospecha y no es neutral o inocente, esto es, en favor de qué y en favor de quién.
Por eso el componente de la política es lo público, lo de todos, y fundamentalmente es una acción constituyente que implica la transformación de todo aquello que en mundo social produce sufrimiento corporal, emocional e intelectual en los seres humanos. Además incluye el sentido de solidaridad con el otro, especialmente los olvidados, los afectados por terremotos, los molestados por sistemas económicos y políticos corruptos e impunes como el actual.
Los terremotos que produce la naturaleza, y el más reciente que afectó a los estados de Oaxaca y Chiapas, son eventos que provocan sufrimiento en la población de todas las franjas sociales de esas regiones del país. Ese fenómeno revela muchas cosas. Por un lado, los ricos, los acomodados tienen mejores condiciones para resistir los efectos del mismo. A los poderosos el sistema los protege y les asigna privilegios. Pero en el caso de los olvidados, los condenados de la tierra, los excluidos, los pobres, reciben doble dolor, el que les produce el sistema y el golpe de la naturaleza. Los temblores y huracanes revelan las desigualdades brutales en los social.
Termino estas reflexiones con un pensamiento de Fabrizio Mejía Madrid: “La política no puede seguir siendo la continuación de la guerra por apropiarse o conquistar posiciones. Tiene que ser una acción para constituirse en sujetos en comunidad”. Estoy por que se marchite el Estado, pero en este momento es urgente que vuelva a su sentido social y solidario que tuvo en el cardenismo (1934-1940), aunque a Peña Nieto no le guste. Existen varios pasados y varios futuros, es necesario elegir; de lo contrario, la guerra, la explotación y la violencia se incrementarán exponencialmente. Otro mundo es posible.
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