Los diferentes tipos de violencia que viven las personas con una orientación sexual diferente a la hegemónica o bien con identidad o expresión de rol de género denominados en el acrónimo LGBTTTI (lésbico, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti o intersexual) se fundamenta en el deseo del agresor de “someter”, “controlar” o “castigar” a las identidades, expresiones, comportamientos o cuerpos que difieren de las normas y roles sociales asignados por el género, o que son contrarias al sistema binario biopsicosocial (hombre/mujer, masculino/femenino, homosexual/heterosexual, activo/pasivo).
La violencia puede generarse tanto en los espacios públicos como privados y actúa en el momento en que se ejecutan demostraciones públicas de cariño, afecto, comprensión o simplemente amor entre personas del mismo sexo, o bien a las manifestaciones de feminidad en el cuerpo de un hombre, o de masculinidad en el cuerpo de una mujer. En este sentido, aquello que atente contra el sistema de género y su androcentrismo, sexismo o identidad o rol de género será suficiente para aplicar mecanismos de opresión que sometan, controlen, dominen o disciplinen los cuerpos.

(Foto: Cuartoscuro)
Quienes ejercen la violencia contra el acrónimo LGBTTTI pueden ser actores políticos o entes gubernamentales de las áreas de seguridad pública u otras instituciones como el sector de salud, o bien educación, incluso laboral; pero también pueden ser ejecutadas por actores sociales intolerantes y que no reconocen el diálogo, el respecto, así como la tolerancia para la convivencia social.
Si bien la violencia permea a todas las identidades señaladas, debo reconocer que las comunidades trans han vivido exclusión, falta de identidad, discriminación y violencia, situación que las hacen de mayor vulnerabilidad.
La exclusión social que viven las personas trans inicia a muy corta edad, es vivida en el seno familiar, en sus hogares, de frente a sus padres y sus hermanos, pero también lo viven en los centros escolares con sus profesores y compañeros donde viven acoso homofóbico y desde luego en el espacio social; información de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos señala que las mujeres trans que han sido asesinadas eran menores de 35 años.
Los tipos de violencia que pueden sufrir las identidades sexuales del acrónimo LBGTTTI: física, verbal, económica, patrimonial, psicológica, sexual, invisible (usos y costumbres), simbólica, entre otras, debemos precisar la existencia también de una violencia por prejuicios, cuyas manifestaciones pueden ser el odio, la intolerancia, la discriminación.
La violencia por prejuicio es un concepto que ha sido ya utilizado por la academia, pero también por las estructuras de la OEA. La violencia por prejuicio está orientada a la comprensión de la violencia como un fenómeno social, en clara contraposición con la violencia entendida como un hecho aislado. La violencia por prejuicio requiere evidentemente de un contexto y una complicidad social, y es que se dirige a grupos sociales específicos como el llamado LGBTTTI y tiene un efecto simbólico, esto es, se mira el fenómeno pero no se ve, toda vez que se vive como normal y natural dicha violencia por prejuicio, tal como lo expresa Pierre Bourdieu.
Cada vez que se presenta la violencia por prejuicio o que se presenta un crimen de odio por homofobia, se envía un fuerte mensaje social de intolerancia contra toda la comunidad LGBTTTI, y en esto hay que ser claros, no importa las modificaciones normativas, así como tampoco las políticas públicas, en tanto que la población no genere la creación o desarrollo de la conciencia social.
¿Por qué es necesario utilizar el concepto de violencia por prejuicio?, entiendo que porque nos permitiría comprender que la violencia contra la población LGBTTTI es el resultado de ideologías negativas basadas en generalizaciones que responden a estereotipos, estigmas y prejuicios falsos, así como en reacciones negativas a situaciones que son ajenas a las nuestras y que nos incomodan, no toleramos o producen “prurito”.
El pasado 2016, de mayo a diciembre se generaron diferentes crímenes de odio por homofobia y transfeminicidios, pero también se generó un ambiente de violencia por prejuicio frente a las propuestas de matrimonio igualitario e identidad de género enviadas por el Ejecutivo federal al Poder Legislativo.
Si bien debo reconocer que no todos los actos de violencia contra las personas LGBTTTI son violencia por prejuicio, esto es debido a que no es sencillo determinarlo mientras no existan los protocolos de actuación que nos ayuden a determinarlo; esto es que se requiere de una investigación sobre la búsqueda de las razones que generaron la violencia.
Existen delitos que pudieran ser motivamos por prejuicios, como los crímenes de odio por homofobia o los tranfeminicidios; los delitos de odio por homofobia desde el principio se caracterizan por prejuicios; no obstante, no contar con los protocolos correspondientes para la investigación el delito se relaciona con cuestiones emocionales, celos o razones que evidencian la existencia de otra persona en la relación.
Por otro lado, cuando los delitos son motivados por prejuicios pero no se clasifican como tales, la culpa se puede revertir hacia la víctima y se distancia de las asimetrías del poder que generan los estereotipos homofóbicos que sostienen los prejuicios.
Por ello consideramos la importancia de que todos aquellos delitos cometidos por prejuicios contra las personas LGBTTTI sean investigados de forma exhaustiva y libre de prejuicios por las autoridades correspondientes de seguridad pública y de procuración de justicia.
Termino mi comentario expresando que cuando una persona LGBTTTI o cuando una persona es percibida con orientación sexual o identidad de género, es violentada por prejuicios o bien es asesinada, el Estado debe aplicar un protocolo de investigación encaminada a determinada si el delito fue cometido con base en la orientación sexual o bien en la identidad de género.
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