El sistema capitalista de producción, en su lógica elemental de maximización de las ganancias, ha llevado a la crisis ambiental que hoy atraviesa el planeta y que sin duda alguna pone en riesgo la viabilidad de la humanidad como especie en el mediano plazo. Una de las manifestaciones de esta situación es la del cambio climático.
Ese “cuento chino” que ha sido descalificado por la retórica trumpiana hoy abofetea con dolorosas consecuencias humanas al presidente norteamericano y al sistema económico mundial en su conjunto.
Y es que los estudios han demostrado que la temperatura promedio del Golfo de México se ha incrementado en al menos dos grados centígrados en los últimos años, y que en las costas de Texas se encontraba un grado por encima de la media en días previos a la configuración del meteoro conocido como Harvey.

(Foto: Especial)
El peligroso caldo de cultivo de este fenómeno climático tiene una variante adicional en un océano con un mayor nivel de agua, situación que, a decir de los expertos, provoca un oleaje mucho más intenso y elevado.
Con Scott Pruit, jefe de la Agencia de Protección Ambiental Norteamericana, quien ha calificado al cambio climático como una “creencia religiosa”; Rick Perry, secretario de Energía del gobierno de Trump, que demandó públicamente la desaparición de esta oficina, así como con Rex Tillerson, ex director ejecutivo de la poderosa compañía petrolera Exxon, hoy es secretario de Estado del gobierno de aquel país, el inquilino de la Casa Blanca ha dado un viraje en la política ambiental de la nación más poderosa del planeta.
El mensaje enviado con estos personajes al frente de las decisiones más importantes en materia de medio ambiente es que para Estados Unidos, en efecto, la naturaleza es sólo un instrumento de la producción capitalista, del que únicamente hay que sustraer insumos sin cuidar su reproducción sustentable.
Trump no sólo ha puesto en marcha una vez más sus tuits como política pública, sino que también ha desafiado la amplísima aceptación que hay en el medio académico y científico sobre el incremento de las temperaturas, los niveles en los océanos y el papel de la intervención de la moderna industria capitalista en estos fenómenos naturales.
Harvey ha arrasado no solamente a Houston y a muchas otras tantas poblaciones del norteamericano estado de Texas, dejando tras de sí una estela de desgracias humanas y de consecuencias económicas que, a decir del gobernador de aquella entidad, les llevará años superarlas; también ha puesto en entredicho los dogmas con los que se conduce el magnate norteamericano al frente de la Oficina Oval.
Vino Harvey y se acerca Irma, otra poderosa tormenta tropical que ha incrementado rápidamente su escala de huracán de categoría 2 y que navega las tibias aguas del Caribe, y con ellos se evidencia la catacumba en la que se esconden los desechos del régimen de producción dominante, el cual tiene en Trump a uno de sus emblemas, envuelto en el maquillaje de la bufonería.
Se llama Harvey pero se apellida Trump. Ambos engendros son producto no sólo de la estulticia humana, sino de la avaricia de un Homo economicus que ha magnificado sus impulsos egoístas con el arribo de la modernidad.
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