¿Qué es lo que hacen mejor los argentinos, los brasileños o los alemanes, entre otros países, para que sus selecciones mayores de futbol sean siempre competitivas en todo torneo que participan y serios aspirantes al título? Obviamente no siempre ganan y también se han llevado sonoros fracasos; sin embargo, lo que para ellos es excepción, para nosotros los mexicanos ha sido regla y viceversa.
Me resisto a creer que es un tema físico o genético el que nos impide tener mejores futbolistas que los de esos países. Sin embargo, acepto como una de varias causales el tema cultural y psicológico. Esta perspectiva señala que la falta de resultados deportivos, más allá de la capacidad física, tiene su origen en la aceptación de la mediocridad como virtud y el complejo de inferioridad ante lo externo o desconocido, por lo que esto, sumado a la visión individualista que priva en nuestros deportistas, impide el desarrollo y crecimiento en deportes de conjunto como lo es el fútbol. Sobra recordar que tenemos más logros deportivos internacionales en competencias de carácter individual que colectivas.

(Foto: TAVO)
No soy un experto en el mundo futbolístico, incluso debo aceptar que ni siquiera es mi deporte favorito, pero como principal deporte nacional, conozco lo básico y en los últimos meses he interactuado con gente que sí conoce dicho mundo por dentro. De varias pláticas informales he descubierto que el mundo profesional del futbol de nuestro país es presa también del principal cáncer que aqueja a las instituciones mexicanas: la corrupción.
Me dicen que no necesariamente llegan los mejores al profesionalismo, porque muchos talentos se quedan en el camino por corrupción en diversas modalidades (sobornos, nepotismo, compadrazgos). Los virtuosos (cracks) llegan porque llegan, a menos que cuestiones personales se los impidan (vicios, accidentes, etcétera), pero estos son los menos ya que el grueso de aspirantes a jugar en divisiones profesionales son gente talentosa, pero sólo por encima del común, quienes de no contar con apoyos financieros o políticos difícilmente podrán trascender o les costará mucho más trabajo que a otros con capacidades futbolísticas similares o incluso ligeramente inferiores, que tengan una posición económica holgada que le permita invertir en su futuro deportivo o provengan de familias con vínculos en el mundo del futbol profesional.
De ninguna manera estoy denostando a los futbolistas profesionales de hoy y de la historia de nuestro país, sin duda ha habido mucho talento; lo que digo es que no hemos podido conocer todo el talento existente ya que por décadas han existido filtros no relativos a habilidades futbolísticas que probablemente han evitado un mayor crecimiento futbolístico general. De existir mayor transparencia y una verdadera meritocracia en nuestro futbol, tendríamos una mejor cantera y por tanto mayor competencia que estimularía el desarrollo individual de cada futbolista.
Luego entonces, si por nuestro futbol profesional no ha pasado todo el verdadero talento de México, nuestras selecciones nacionales no han sido las mejores representaciones posibles. Por tanto, si logramos erradicar los vicios del futbol profesional en México, incluida la visión preponderantemente económica que existe, podremos contar con representativos que aspiren a más que tener honrosas actuaciones, ahorrándonos constantes frustraciones colectivas además.
Por lo visto en el futbol se replica lo que pasa en la política nacional, donde no necesariamente nuestros representantes populares son los mejores, porque aunque muchos merezcan el lugar, hay más talento que no pasa filtros que no deberían existir. Desafortunadamente nuestra democracia, sin adjetivos, está hecha para que prevalezcan el marketing, el corporativismo, el dinero y el nepotismo, por encima de la idoneidad y capacidad. Ya no sé si hablo de futbol o de política.
En fin, lo que pienso es que el día que en México se reduzca la corrupción a su mínima expresión, muy probablemente ganemos una Copa del Mundo, y si no la ganamos, como mínimo tendremos una sociedad a la que le sea irrelevante dicho tema, o sea, un pueblo más patriota y menos patriotero.
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