

(Foto: Cuartoscuro)
El mundo no debe extrañarse de toda la oleada corruptiva que arrasa en México, en gobiernos de primer nivel, en casi todos los países existen indicios y ejemplos rotundos de malos manejos financieros, de malversación de fondos, de abusos económicos con dinero del erario público, redes completas de prestanombres e incluso de confabulación con mafias poderosas; hablamos de toda una industria de putrefacción en gobiernos que prometieron honestidad y beneficios sociales pero a la hora de gobernar, no son más que discursos encubridores de las verdaderas intenciones y añoranzas; a nadie debe extrañar que todo ello ocurra en México, porque acontece en todos lados, la verdadera cuestión es ¿qué tanto acaece en México en comparación de otros países? y ¿qué tantos de los corruptos de cuello blanco se mueven en México con mayor impunidad que en otras naciones?
La corrupción es un mal mundial, todos lo sabemos, las ambiciones recorren todo el planeta, pero en nuestro país ya no es sólo una enfermedad que esporádicamente se presenta, la corrupción en México es un cáncer que invade y hace metástasis en la clase política gobernante pero que carcome y destruye a toda una sociedad, la diferencia es que el corrupto disfruta de ese embrujo… y el pueblo sufre las consecuencias, ya que detrás de todo el esquema de podredumbre también existen acciones criminales porque siempre habrá quien estorbe en los planes, quien pueda difundir información, quien amenace o chantajee, quien abuse del poder conferido y quien es una amenaza constante, para cada uno de ellos hay castigo, un castigo personal o familiar donde algunos se mancharan las manos de rojo, en tanto que otros exponen discursos regalando sonrisas y apretones de manos a un pueblo esperanzado, a un pueblo que una y otra vez ha sido engañado, porque es vulnerable en su formación y en su economía.
Varios son los episodios de los que nos informan cadenas de televisión nacional y extranjera (en México tenemos una gran información de otros países, pero en asuntos internos existe manipulación y abstenciones controladas, sobre todo en opinión, donde pueden dar el sesgo más conveniente a los patrones); ejemplos recientes sobre redes de corrupción castigadas los tenemos en Guatemala, en Italia, en mismo USA, en Filipinas, en Costa Rica, y sobre todo en Brasil, donde el tema Petrobras y de la constructora Odebrecht han tumbado cabezas de primer nivel, tanto que hasta el icono Lula da Silva ha sido cuestionado e investigado; pues bien, en dichos países de alguna forma o de otra han llegado hasta los señalamientos y castigos a personalidades inimaginables, pero lo han ejercitado; aquí en México, una y otra vez hemos sufrido de malversación en una buena cantidad de gobiernos estatales y de funcionarios de instituciones y del gobierno federal, pero a muy pocos son a quienes se les castiga ejemplarmente, pocos hay en las cárceles, otros las han abandonado con fianzas que pagan con el dinero hurtado, a otros le regresan sus cantidades estratosféricas de dinero (como a Raúl Salinas), algunos más tienen privilegios en las reclusorios en tanto que sus familias se dan vida de jeques; o si alguno ha sido extraditado al país vecino del norte, allá se quedan con la fortuna lograda con dinero mexicano, O sea que de alguna u otra manera, la justicia para el pueblo nacional está más que ciega, muchas veces hasta podemos tacharla de absurda.
Uno de los casos más frescos de corrupción en México es como de risa, sino es que más bien representa una tragedia: Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas, será procesado en los Estados Unidos de Norteamérica, nomás lo prestarán a México una temporada, el asunto es que los millones que le sean confiscados pasarán a las arcas del país de Trump, cuando toda su detestable conducta nació en territorio nacional, cuando los fondos pertenecían a los tamaulipecos. Es verdad que por esos rumbos también violó la ley, no en igual medida que en este suelo, pero no es justo que su ganancia anticonstitucional vaya a parar a las arcas estadounidenses.
El otro ejemplo es el de Javier duarte, quien burló a las autoridades mexicanas a su antojo (o quizá nos las burló, quizá fueron cómplices), quien tejió una red de corrupción desde sus inicios de gobernante en varios rubros, para apoderarse de cientos de millones de pesos, engañando a los veracruzanos y desde luego a todos los mexicanos; Duarte de Ochoa cuenta con un ramillete de delitos que lo hicieron todopoderoso, poder que siguió disfrutando en uno de los lugares más bellos de Guatemala y que tenía contemplado seguir saboreando en Europa hasta que la justicia chapín lo capturó, acción donde según la PGR tuvo participación eficaz, sustento que está en evidencia; ahora que si hubiese sido así, el problema es que la gente no confía, el gobierno no se ha hecho creíble y esto es otra de las tragedias mexicanas, porque si las instituciones que representan un pueblo no tienen credibilidad, luego entonces ¿qué podemos esperar?
Detrás de la captura de “Javidu” como se le ha conocido, pueden existir varia intenciones gubernamentales, nadie descarta un uso electoral ante la cercanía del proceso en el Estado de México; no sólo para fortalecer al partido tricolor, sino para demeritar la imagen y restarle puntos a Morena, instituto de López Obrador, a quien ya están metiendo al baile duartiano con la acusación de que allegados de El Peje recibieron financiamiento del ex gobernador veracruzano con la finalidad de acallar críticas en su contra. O sea, ya están preparando un show que según les dará beneficios en el 2017 y sobre todo con miras al 2018. Se entiende que la desesperación es mucha pero también entendemos que insisten en la consigna de seguir traicionando al pueblo.
Llama la atención que Peña Nieto festeje con bomba y platillo la acción de la justicia guatemalteca en contra de Duarte, hablando de ataque a la corrupción, cuando muy poco hicieron para su detención y cuando lo puso como ejemplo de gobernadores de nueva sangre del PRI junto con Yarrington, cuando sus andanzas y fechorías eran conocidas en todo el territorio veracruzano , y en otras esferas a nivel nacional, pero la autoridad federal guardaba silencio, cuando la ley anticorrupción no tiene representante, ni mucho menos ha funcionado y la toman como estandarte de rectitud y honestidad; es decir, una vez más existe la falacia de que nadie por encima de la ley, cuando la ley ha sido, en México, una y mil veces mancillada.
Esperamos que de alguna manera el caso de Javier Duarte sea el inicio de una nueva cultura gobernante en el país, porque los mismos políticos están acabando con la gallina de los huevos de oro, así como lo hizo Pemex, para nuestros compatriotas, porque la gallina de los huevos de oro cargados de energéticos, ahora es aprovechada por intereses extranjeros ; también deseamos que la sonrisa de Duarte de Ochoa no sea similar al de Edgar Valdez “La Barbie”, narcotraficante que tras su detención moría de risa al saber que todo era un montaje... El caso de Duarte es apenas una flor del enorme racimo existente en el paraíso de la corrupción que sufrimos los mexicanos. Edgar Allan Poe sustentó: «El hombre es un animal que estafa, y no hay otro animal que estafe además del hombre». ¿Alguien tiene duda de ello?
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