Tesis filosóficas de José María Morelos y Pavón se encontraba perdido, pero el investigador Jaime Olveda localizó este documento en la Biblioteca Miguel Mathes del Colegio de Jalisco en 2013. Al iniciar su lectura se me vienen a la memoria en cascada no una, sino varias imágenes del autor que figura en pinturas y lienzos de distintas épocas y tiempos pintado por autores anónimos o de figuras prominentes de la pintura mexicana, imágenes precisas y perdurables como recuerdo cincelado de sus escritos más famosos, como los Sentimientos de la Nación, o para extender la mirada a la figura ecuestre que en bronce fundido que se encuentra en la plaza que lleva su nombre en la ciudad de Morelia; tengo presente un recuerdo muy personal de la infancia: la escuela primaria donde aprendí las primeras letras lleva su nombre. Por esto, desde la infancia más temprana el espíritu del estadista, destacadamente la figura del Siervo de la Nación, se impone en mis recuerdos; está presente desde aquel tiempo y sobrevive al posible olvido, aún después de 1989 –el año que salí de aquellas zonas rurales– para reconocer que ya nunca más he retornado sino por visitas efímeras a aquel lugar. Pero sé que la escuela sigue de pie aun cuando el mundo rural está reducido a una soledad callada, opuesta, al trajinar de la ciudad. Lo cierto es que la figura de Morelos me resulta “polifacética y apasionante”.
(Foto: Especial)
Por lo que es mejor ir a los que lo han estudiado para resaltar fuentes inagotables de investigadores y reconocer a los que han ojeado la vida de este hombre que fue cura de Carácuaro, Generalísimo de los ejércitos insurgentes y el Siervo de la Nación; recordar el estratega militar y el humanista libertario. Esto por un lado y siempre está viva la lectura de sus escritos y documentos para reconocer a cabalidad su ideología y su pensamiento. Como acertadamente lo han estudiado Ernesto de la Torre Villar, Ernesto Lemoine, Carlos Herrejón Peredo, José Herrera Peña y en estos años es notable por sus investigaciones Cuauhtémoc Hernández Silva y, en general, a su manera, cada uno contribuye dando a la luz textos y documentos.
En ese recuento de textos y documentos, análisis y estudios, la ausencia era notable de Tesis filosóficas. El año de 1795, José María Morelos concluía en el Seminario Tridentino de Valladolid, Michoacán, los estudios que le daban derecho a optar por el título de Bachiller en Artes (previamente estudia en el Colegio de San Nicolás). Ese mismo año Morelos se trasladó a la Ciudad de México para presentar su examen de grado en la Real y Pontifica Universidad de México. Estas Tesis filosóficas permanecieron pérdidas desde entonces. La historia cambió definitivamente: Jaime Olveda localizó en la Biblioteca Mathes de esa institución un volumen con impresos del siglo XVIII escrito en latín, uno de ellos con el título de Theses philosophicae defendida por José María Morelos en 1795 en acto presidido por fray José Antonio Panes y lo dicen sus editores: “Tan importante hallazgo bibliográfico abre de nueva cuenta la investigación y discusión acerca de la vida, formación y trayectoria de Morelos”, relativo a este periodo y de la propia vida del autor, como estudiar en esas páginas orígenes, composición ideológica y doctrinaria.
Dada la trascendencia del documento, es de resaltar que El Colegio de Jalisco unió esfuerzos –como lo dice José Luis Leal Sanabria– con la Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Azcapotzalco), el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México y el Centro de Investigaciones y Ediciones Históricas, para publicar su versión en latín, como dos traducciones castellanas realizadas por José Quiñones Melgoza (del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM) y de Juan González Morfín, respectivamente, y una introducción de Jaime Olveda, un estudio preliminar de Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, así como presentaciones de quienes dirigen las instituciones patrocinadoras de la publicación de estas Tesis filosóficas de José María Morelos del año de 1795.
Este documento denominado Tesis filosóficas, que los especialistas en la Guerra de Independencia no habían localizado, ya es posible consultarse y desde luego analizarse, anticipando que arrojará luz sobre un periodo clave en la formación académica de su autor y de la conclusión de sus estudios en el famosísimo Colegio de San Nicolás, como antecedente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, fundada en 1917.
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