
“¡Cada vez que sonaba el tambor nos estirábamos como gigantes!, ¡cada vez que sonaba el xilófono nos encogíamos como enanos!”. Pudiera reseñarse así la dura batalla en la que los actores, un grupo pequeño de jóvenes e inquietos estudiantes, se sublimaban buscando terminar con la férrea dictadura del cubano Fulgencio Batista, personaje oscuro que en lugar de representar los intereses mayoritarios de la población de la isla era fiel sirviente y representante de los dueños de los burdeles y grandes casinos de Cuba, donde los millonarios vecinos (probablemente uno de ellos era Trump), originarios de uno de los imperios más poderosos del orbe, prácticamente la gobernaban y mandaban por intermedio de terceros.

(Foto: Cuartoscuro)
Situado a poco más de 160 kilómetros de distancia del imperio norteamericano, en la pequeña y hermosa isla batistanamente florecían la prostitución, la insalubridad, la inestabilidad y en forma genérica el analfabetismo y la pobreza. En fin, en Cuba prevalecía una situación deplorable y por ese estado tan doloroso y tan denigrante, la mayoría de las familias cubanas apoyaron desde un principio a esos jóvenes valientes comandados por el joven Fidel Castro, que llegaron a México a prepararse en el uso de las armas y la guerrilla, para posteriormente abatir a tan desleal y antinacional gobierno cubano.
Al triunfo de la Revolución y con el avance educativo y científico, con la medicina castrita, los gusanos fueron desapareciendo con rumbo a Miami, donde ahora cantan y bailan de gusto precisamente por la desaparición física del Comandante.
Valga pues la utilización de este instrumento musical para hacer esta parodia burlesca en la que la parte jocosa y ridícula la realiza –increíblemente y con mucha facilidad– un enano, un enfermo sexual, fundamentalmente un “salteador de mujeres”, que recientemente fue electo presidente de los Espantados Unidos, quien declarara en relación con el fallecimiento del líder de la Revolución cubana que el Comandante Fidel fue un “dictador brutal”.
Seguramente que esas exclamaciones las hizo frente a un espejo, donde se observó a sí mismo como lo ven muchos caricaturistas: luciendo un uniforme militar, de color gris y con los signos de la esvástica bordada en las hombreras de su casaca.
Las declaraciones expresadas por Trump sólo lo reflejan a él mismo. Hay otras muchas noticias publicadas por politólogos, estadistas, comentaristas, intelectuales, etcétera que señalan a Fidel Castro como uno de los más grandes e indiscutibles líderes mundiales en los últimos decenios. Pero difícilmente el electo presidente Estados Unidos puede entenderlas, pues sólo está acostumbrado a las telenovelas que lo hacen entender muy bien los vodeviles sexuales, las tramas teatrales, los concursos de belleza, en fin, ¡banalidades puras!
Pero para comprender, entender y analizar las características de un gran hombre, internacionalmente respetado como líder revolucionario y gobernante, se requiere leer (no ler), y leer mucho.
Indiscutiblemente que también es necesario sólo entender un poquitín de política, conocer algo de lo que es y significa el filosofismo, de saber qué es la ética y, desde luego, lo que significa la moral. Pero si por moral entendemos que es un árbol que da moras, entonces sí que sabemos de política, de ética y de filosofía.
Por las declaraciones de ese energúmeno insolente, ineducado, estamos ciertos que nunca podrá entender el porqué Fidel Castro llegó a ser un gigante.
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