El triunfo de Donald Trump nos demostró, entre otras cosas y una vez más (Brexit, “No” en Colombia, etcétera) que en democracia, predecir resultados es una tarea casi inescrutable, y que éstos se conocen hasta que son; por tanto, las encuestas, estudios y sondeos de opinión son a lo máximo indicios de posibles realidades. Esto no significa que debemos dejar de encuestar o hacer estudios de esa índole, simplemente nos recalca que debemos tomar sus resultados como un elemento subjetivo más, de tantos que existen para la titánica tarea de intentar predecir el comportamiento de masas.

(Foto: Notimex)
Además, nos demuestra que el discurso antisistémico es lo que hoy día resulta más atractivo para el electorado en casi todo el mundo, lo que pone de manifiesto el hartazgo de los pueblos hacia sus clases políticas; por tanto los outsiders, o aparentes outsiders, tienen amplias posibilidades de hacerse del poder.
No sé si fuimos ilusos u optimistas quienes veíamos como poco probable un escenario como el que estamos viviendo (Trump presidente), si bien es cierto, nunca dijimos imposible, sí, los más, nos jactábamos de la improbabilidad de que un hombre con características, perfil, pasado y presente como el de Donald pudiera ser presidente del país, aún, más poderoso del mundo.
Creo que fuimos ambas cosas: ilusos al creer que la xenofobia, el racismo y la misoginia estaban erradicas en el primer mundo, y optimistas al pensar que los sectores liberales, progresistas y educados de Estados Unidos se impondrían ante la nostalgia de tiempos pasados (subjetiva) y el simplismo del gringo promedio (blanco, obrero, inculto, etcétera).
A pesar de lo dicho, mi optimismo persiste, no veo un cataclismo mundial próximo, no por Trump al menos; habrá contingencias menores y hasta allí. Desde su creación, el sistema de gobierno del país vecino está hecho para funcionar con base en pesos y contrapesos, lo que ha generado una atomización del poder público, depositándolo en muchos actores que se cuidan o inhiben entre sí, para bien o para mal. Esta ingeniería de normas y costumbres, a pesar de su antigüedad y poca evolución, continúa siendo eficaz para ellos. A nosotros los mexicanos nunca nos entrará en la cabeza que el candidato con más votos populares no sea el ganador.
Al inicio del texto hablábamos de lo complicado que ha sido, y es, escudriñar resultados electorales; sin embargo, no deben pasar desapercibidas, para los fanáticos de la política mexicana, las acciones de Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda, que llevaron al presidente Peña a invitar, recibir y dar trato de jefe de Estado al entonces candidato republicano, aún cuando todos consideraban que era una pésima idea (muchos lo siguen pensando), y que tantas críticas trajo, costándole al poderoso secretario el puesto; el tiempo y el resultado, nos guste o no, nos ha cambiado la perspectiva, dejándonos algunas interrogantes tales como: ¿Videgaray conocía documentos, actos o hechos de alto nivel que le permitían inferir como inminente el triunfo de Trump?, ¿Videgaray supo leer mejor que la mayoría de analistas y politólogos de todo el mundo lo que estaba pasando?, o ¿al presidente Peña y a su alter ego (Videgaray) les gusta apostar fuerte y contra pronósticos? Como las anteriores preguntas habrá muchas más en todo el mundo, cada quien tendrá sus respectivas respuestas e hipótesis, desde las lógicas hasta las sospechosistas (Creel dixit) y las atufadas a conspiración mundial (Rusia, China, etcétera).
Sinceramente creo que el gobierno mexicano está preparado para el cambio de viraje en las políticas estadounidenses, lo que no significa que no habrá volatilidad del peso, la cual con la calma de todos podemos mitigar; la especulación y la ansiedad financiera deben ser contenidas sin duda, pero peor escenario hubiera sido que el presidente Peña estuviera hoy en día tan sorprendido como nosotros, lo que no es así, en repetidas ocasiones justificó la visita de Trump a Los Pinos en la posibilidad de que este ganará, como así fue.
En fin, es una pena para un servidor el que una persona tan preparada e inteligente como Hillary Clinton (sí, admito, con el carisma de un oso hibernando), haya sido vencida por la demagogia y el discurso ramplón. Como lo he señalado en otras ocasiones y lo seguiré haciendo: las elecciones populares privilegian al carisma sobre la capacidad y la preparación.
Otro sí: Medalla Belisario Domínguez para Gonzalo Rivas. Héroe de Chilpancingo.
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