
A diferencia del patrioterismo que los premios Oscar han dado oportunidad de lucir, las menciones de mexicanos en la revista Forbes no generan más que notas de indignación, ya sea porque parece indecente que haya tantos multimillonarios con un pueblo tan pobre, o que un jefe del narco se cuele a la lista, así como un grupo de políticos aparezcan como los más corruptos.
Este año los mexicanos ya no podremos presumir (¿alguna vez alguien lo ha hecho?) de tener al hombre más rico del mundo, pues ha sido desbancado por el hombre que puede donar toda su fortuna y recuperarla en unos años, siempre y cuando nunca done los derechos de su monopolio: Bill Gates.
Pero mientras que Mr. Gates (con 76 mil millones de dólares) tiene a todo el globo de su cliente, al señor Slim (con sólo 72 mil millones) le ha bastado con tener al público cautivo que le representa México, con una empresa que alguna vez fue (en teoría) de ese mismo público, pero, cosas de la vida, en ese tiempo se aseguraba que era de lo más ineficiente.
Dependiendo del cristal con que se le mire, la lista de Forbes puede ser una frivolidad a la que muchos incautos o delincuentes pueden aspirar, o bien, una buena fotografía de los tiempos en que vivimos. Llama mucho la atención que aunque los grandes millonarios no conocen de patrias (igual que algunos políticos mexicanos) muchos de ellos vienen de países en plena crisis.
Después de Carlos Slim, en el tercer lugar de la tenebrosa lista está el señor Amancio Ortega, originario de la España que registra ahora índices de desempleo que ya han hecho al presidente Peña Nieto manifestar su intención de ir a rescatarlos, pero recuerden que se salva un país a la vez.
Amancio Ortega sólo cuenta con la miserable cantidad de 64 mil millones de dólares, en buena medida logrados a través de un negocio más viejo que el de Slim, el de vestir a la humanidad. Sólo que Ortega ha sabido hacerlo de tal manera que comprar una prenda en una de sus tiendas sea más una señal de estatus que de necesidad de cubrirse de las inclemencias del tiempo.
Para la mayoría de los mexicanos la marca Zara suena bastante familiar, sobre todo para aquellos que conocen la importancia de tener las tarjetas de crédito a tope con tal de mostrar las mejores garras el domingo en la plaza comercial más suntuosa del rumbo, no importa que sólo se vaya a comprar un helado, si a este mundo se vino a consumir o a ser un don nadie.
Pero aunado a esas recompensas ahora cada uno de nosotros tiene la posibilidad de ver la nueva revista Forbes en un aparador de Sanborns y mientras teclea su celular de la marca azul que lleva el más novedoso software de Microsoft y presume de sus nuevos hilachos que pagará los próximos doce meses decir para sí mismo: es por una buena causa.
Claro que existe la alternativa, usar el software pirata, un celular de prepago (que para el caso es negocio) y una prenda de la afamada marca, sólo que adquirida el domingo pasado en el tianguis donde las pacas llegan de mejor calidad; sentirse culpable, pero medianamente integrado al consumo nuestro de cada día.
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