
Las crisis están compuestas no sólo de elementos económicos, los políticos y sociales son parte central de ellas, en causas y efectos; los factores psicológicos no pueden subestimarse y por ello se entiende que en ocasiones la información con respecto a la situación económica nacional sea cambiante.
Decir que la economía de México está a punto de sufrir una nueva crisis de magnitudes similares a las de 1982 o 1994 sería la forma más efectiva de adelantar algunos de los procesos que favorecen que ello suceda, por ejemplo: la especulación con dólares, la huída de capitales y los desincentivos para invertir en general.
Las autoridades tienen que salir constantemente a señalar que hay signos de mejora, aunque si tuvieran las cualidades del célebre Pinocho ya hubieran repartido estocadas de nariz a más de uno de los presentes ya que las pruebas empíricas nos dicen a todos que tales mejoras no se perciben más que en sus casas de Las Lomas.
Quienes hemos nacido en la década de los 80 y posteriores no conocemos otra forma de vida que no sea la de la crisis constante. Decir que las cosas están cada vez peor es un deporte nacional en el que seguro tenemos poca competencia, en buena medida porque los gobiernos si algo nos han demostrado es que siempre se puede ser y estar peor.
Aunque la economía nacional se presente con tanta incertidumbre, los bolsillos de la mayoría de los mexicanos son la muestra efectiva de la situación nacional, la escasez de oportunidades laborales y la práctica negación de visualizar un futuro prometedor a través de algún tipo de esfuerzo se vuelven tan cotidianos que no queda más que esperar que el mañana mejore por algo similar a la magia.
Un buen examen para conocer la situación de la economía nacional sin atender tanto a las declaraciones de las autoridades económicas o tomar un curso de macroeconomía para luego hacer un laborioso examen de los datos de coyuntura está en revisar las etiquetas de los productos que adquirió el último mes, la bonanza económica estará en el país que más se repita.
Las crisis no son iguales para aquellos países que tienen una estructura productiva fuerte, mientras que aquellos, como México, que han dejado la producción en manos de otras naciones con mayores índices de productividad, enfrentan la adversidad de la misma forma que las casas de cartón enfrentan a los huracanes.
Un ejemplo de formas de enfrentar las crisis se pueden ver en distintos países, aunque Japón enfrente una crisis más prolongada que Grecia o Portugal, el primero se ha cuidado de mantener la solidez de su estructura productiva, así como sus condiciones de igualdad económica.
Por el contrario, esos países europeos, al igual que México, siguieron esas efectivas recetas económicas que aseguran que es irracional hacer en tu casa lo que puedes comprar a un mejor precio a tu vecino.
Cuando ha habido aumentos en los precios de productos básicos, como el huevo o el maíz, se dice que no hay problema, basta con abrir las fronteras y permitir la entrada de esos productos importados, partiendo del peligroso supuesto de que serán inagotables e invariablemente más baratos que los locales por toda una eternidad.
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