
La proximidad de las elecciones en la entidad nos obliga a reflexionar sobre una de las prácticas más comunes y lamentables que dañan los sentidos democrático, equitativo e imparcial que son parte de la aspiración ciudadana en una contienda tan importante y trascendente: la compra del voto. Dicha práctica es indignante porque representa una falta de respeto por la situación precaria en la que viven decenas de miles de ciudadanos, que ante la desesperanza y la falta de expectativas por una mejor calidad de vida, cada proceso electoral se convierte en ilusión para ellos y sus familiares
aunque hoy en día pareciera que cada jornada que transcurre le apuesta al abandono de los votantes.
El principio de equidad que debe existir en los procesos mencionados queda truncado por partidos políticos representados por candidatos e incondicionales que derrochan recursos de todo tipo ante la ausencia de argumentos, de propuestas y ante la falta de presencia en la población; es más fácil destinar 200, 300 y hasta 500 pesos para recibir un sufragio a su favor; no sólo esto, es común que lleguen a comunidades y regalen bultos de cemento o centenas de ladrillos, acciones que se practican antes de asistir a las casillas. Aunque no importa si es antes, en el transcurso de las campañas, incluso el mismo día de las elecciones, dicho trance es denigrante porque no sólo representa un fraude a la sociedad sino una falta de respeto a la vulnerabilidad de ciertos grupos, que ante cualquier intento de soborno lo toman no como un acto de corrupción, sino como una acción de sobrevivencia en beneficio de sus familias, estos no son culpables.
Muy poco pueden hacer las autoridades del ramo, no porque desconozcan dichas prácticas, sino porque los representantes ante los institutos electorales son apéndices de uno u otro partido; así que es más fácil hacerse de la vista gorda; los reclamos de los partidos chicos, que pocos recursos manejan, por lo general son rechazados por falta de evidencias; no obstante, cuando se han denunciado con testimonios, fotos o videograbaciones, también se descartan porque según no son argumentos consistentes; ahora bien, lo más que se ha logrado con las denuncias es una simple amonestación o alguna multa irrelevante que no sirven para nada, por el contrario, dan pie a que la ley siga violentándose.
La compra de los votos se ha diversificado. De moda se ha puesto entregar o prometer pies de casa, firmes o piso para viviendas o láminas para techos, todo esto aprovechando programas oficiales que, dígase lo que se diga, la realidad es que se valen de los padrones existentes para manipular o amedrentar a la gente y así orillarla a cruzar el sufragio a favor de los que en ese momento tienen el control oficial o los contactos requeridos.
En campañas recientes salió a la luz la entrega de tarjetas con la identificación de tal o cual partido o candidato, prometiendo que al llegar al poder recompensarían a los inscritos con despensas en centros comerciales, becas para estudiantes, atención de salud, apoyos para vivienda y otro cúmulo de opciones que la gente de buena fe lo aceptó, sin tomar en cuenta que la mayoría de ellos representan un engaño más. Tenemos el caso de la F de Fausto, que registró miles de tarjetones rojas, pero al ganar jamás cumplió promesa alguna; Peña Nieto entregó tarjetas de una cadena de centros comerciales y la cantidad prometida para cada uno de los propietarios fue muy por debajo de los ofrecido, amén de que al poco tiempo miles de ellas no fueron validadas por falta de recursos, un engaño más; por cierto de todo ello y de otros milagritos tuvo constancia el Tribunal Federal Electoral y nada relevante ocurrió. Por cierto, en relación con las tarjetas mencionadas, Cocoa, la hermana del ex presidente Calderón, también traía la suya.
Disfracen como lo disfracen, le pongan el nombre que sea, toda entrega de recursos monetarios o en especie, cuyo propósito sea la compra de votos, es una práctica desdeñable e indigna para la situación económica, educativa y social de una población que durante décadas ha sido traicionada y convertida en carne de cañón de un bombardeo electoral que por los recursos desorbitantes que se aplican, además violentando la ley, hace aún más inaceptable que se hable de procesos limpios y transparentes.
Deseamos que en el periodo que está en proceso, cuya votación en casillas tendrá efecto el 7 de junio próximo, las conductas fraudulentas, cualesquiera que estas sean, se denuncien por la población, pero eso sí, cuando se denuncien en verdad se castigue a los maleantes electorales y pasar la voz en la comunidad para que la ciudadanía no siga siendo manipulada. Ahora bien, si por circunstancias extremas aceptan dinero, materiales y demás ofrecimientos de los corruptos, que a la hora de la verdad su voto lo concedan al candidato que mejores propuestas les den, por aquel que esté preparado para una responsabilidad tan seria como lo es el conducir los destinos de un pueblo.
Que la gente vote a favor de aquel que sea honrado, que sea probo y sensible; que tenga un programa serio de gobierno; sobre todo para aquel que sume líderes sociales en su planilla y no cuasi líderes que compren puestos de elección popular; en una palabra, que apoyen aquel o aquellos candidatos que su razonamiento y su corazón les indique porque deben tener presente que el sufragio es secreto; porque si venden su voto al mejor postor quizá a corto o a mediano plazo, el obtener una despensa, unos sacos de cemento, un techo de lámina de asbesto o 200 pesos pueda salirles más caro y lamentable de lo que pensaron . No vaya a sucederles igual que Esaú, que vendió su primogenitura y los beneficios que esto conllevaba a su hermano Jacob a cambio de un plato de lentejas.
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