Hipólito Mora, fundador de las autodefensas en Michoacán, ha salido avante de otra embestida en su contra. Como si fuera poco el haber enfrentado a un poder que de facto se había instalado en el estado y que había alcanzado un elevado grado de colusión con autoridades y cuerpos de seguridad, como si no bastase con haber sido encarcelado en marzo de 2014 por el supuesto asesinato de Rafael Sánchez Moreno y haberse demostrado su inocencia-, pese a haber perdido a su hijo en el conocido enfrentamiento el 16 de diciembre del año pasado, el temple del liderazgo del calentano fue puesto a prueba nuevamente con dos meses de injusto encarcelamiento.
Hombre salido del trabajo en las parcelas, de andar relajado y cadencioso, con saludo franco y afable, Hipólito Mora ha regresado a las batallas que le llevaron a alzarse a inicios de 2013. Mora Chávez se encuentra en libertad, sin embargo, aún lejos de la justicia.
Los crímenes de los once muertos en el enfrentamiento de los hombres de Hipólito Mora con los de Simón El Americano, ocurrido el 16 de diciembre en La Ruana, permanecen aún en la región pantanosa de la impunidad, en el mismo imaginario oscuro e irracional en el que se encuentran los cientos o quizá miles de secuestrados, mutilados y asesinados por el azote de los cárteles de Los Templarios y La Familia Michoacana. Lejos está la justicia para Hipólito.
Otro rostro de las sinrazones está en el vilipendiado José Manuel Mireles, cuya permanencia en prisión ha sido calificada por Hipólito Mora como una injusticia. Cada día que pasa encarcelado Mireles Valverde es una bofetada para un estado en crisis que sigue siendo incapaz de resolver la demanda mínima de seguridad por parte de sus ciudadanos y que terminó llevando a prisión a quienes asumieron como propia la tarea que correspondía al aparato público, depositario del monopolio legal del ejercicio de la violencia.
Pero quizá la sinrazón fundamental, la injusticia básica que no se ha resuelto para Hipólito Mora y los michoacanos, se encuentra latente en las contradicciones cotidianas que padecen en la Tierra Caliente y en múltiples latitudes de la entidad. La percepción de inseguridad y el clima de zozobra prevalecen aún en todo el territorio michoacano sin que aparezca un mensaje claro de conducción de parte de la autoridad y subsiste la crisis económica y social, que son el ambiente propicio para el estímulo a comportamientos ilegales que merman las capacidades de las instituciones.
La injusticia sigue prevaleciendo en Michoacán, no obstante la libertad que ha conseguido Hipólito Mora. Quizás ahí se encuentra la explicación de su activismo, nada mermado pese a dos meses de haber estado encarcelado y que le ha llevado a seguir denunciando injusticias como las que tienen a Mireles en prisión.
El temperamento de Hipólito Mora se encuentra intacto y ha cobrado fuerza a la luz de las infamias de las que ha sido víctima, mientras que el Estado mexicano da cuenta día a día de sus debilidades y extravíos.
Sin tratarse de un caudillo, la estatura de un hombre extraordinariamente ordinario como Hipólito Mora adquiere un alto relieve frente un Estado mexicano negado a sus obligaciones. Piero Calamandrei, estudioso del derecho civil, señala que la historia de la lucha contra la autodefensa es la historia del Estado y de la misma civilización humana. Hoy, sin embargo, las batallas por la autodefensa y las luchas que tiene enfrente Hipólito Mora son una vía del restablecimiento de una mínima condición civilizatoria de los michoacanos: la justicia con dignidad.
Al diablo con sus instituciones
Turismo y Cuarta Transformación
Roma y la capacidad de asombro
Instrucciones para la cuarta transformación
NAIM: El triunfo de la consulta
Juntos reescribiremos la Historia
Los retos de los ayuntamientos
Regulación alimentaria urgente
Pátzcuaro, lo que está en juego
2018: La historia que podrá escribirse
La preocupación de los banqueros
Costa Rica: el paraíso del cooperativismo
Morelia, la oportunidad para la izquierda
Andresmanuelovich y el efecto teflón
De la paz a la seguridad interior
UMSNH y salario mínimo: dos caras del sistema
Fidel, a un año de tu ausencia
Michoacán: presidentes vulnerables
La ilusión del Frente Ciudadano
Imposturas en medio de tragedias
No mentir, no robar, no traicionar
El dinosaurio se niega a morir
PRD: La impericia de la codicia
2018: Comienza el juego de imposturas
Correa: La reivindicación de la esperanza
PRD: El discurso “definicionista”
Carmen Aristegui: La nueva patzcuarense
Yarrington, Duarte y la capacidad de asombro
Cárdenas y la mayoría necesaria
La turbulenta izquierda y el enturbiado país
Michoacán, hacia un nuevo interinato
Autodefensas: cuatro años de afrentas
AMLO: ¿El triunfo irreversible?
El contrasentido del acuerdo peñista
Gasolinazo y crisis de confianza
Postdata: Sobre los buenos fines
Estados Unidos: lo que está en juego
El falaz `paralelismo´ Clinton-Zavala
Los pendientes de los Calderón
Peña Nieto: por si faltara poco
Políticas públicas sin medición
Peña Nieto: entre amistades, disculpas y rechazos
Una mayoría política, para una mayoría electoral
PRD: Un momento para aprovechar
2018:El tiempo de honrar a Heberto
¿Por qué no le creo a Jesús Ortega?
Mireles: Sin derecho a la rebelión
Trump: La amenaza de la estulticia
Del “ya me cansé” al “mal humor”
AMLO y EPN, dos caras de la misma moneda
Al diablo con sus instituciones
Legislativo: Desequilibrio de poderes
Bernie Sanders: La esperanza de lo imposible
Febrero: Episodios de colonialismo y de libertad
Acciones afirmativas: El debate continúa
Participación ciudadana y construcción de gobernanza
Bautista, la alternativa perredista
Temixco: La vulnerabilidad revelada
Sudamérica: ¿Una golondrina que hace primavera?
Autodefensas y fibrosis social
Basave: Por la redención de los intelectuales
Pátzcuaro: La ciudad de la utopía
Un amigo se metió a la mafia
Estados Unidos y Europa: Medidas divergentes, resultados diferentes
Presupuesto base cero: pretextando eficiencia
Cerati: Pasión por la eternidad