Aunque de última hora el PRI decidió aplazar la convocatoria para elegir a su candidato a gobernador por el estado de Michoacán, prevista para el viernes por la mañana, argumentando que deberá ser su presidente nacional, César Camacho Quiroz, quien lo haga, esto deja ver que aún no se han logrado los consensos necesarios como para construir una candidatura de unidad que evite el resquebrajamiento de los grupos priistas en su camino a la contienda electoral de 2015. En los próximos días la puja tendrá que ser más fuerte entre los contendientes y será seguramente aquella opción que logre concertar con las tendencias internas priistas la que se alce ganadora en su proceso que, más que todo, evidencia que en dicho partido la disciplina al sujeto elector es la máxima condición decisoria del partido. Ese fiel de la balanza se llama Enrique Peña Nieto.
Por hoy me permitiré recuperar una reflexión que hice en enero de 2013 luego del repetido proceso electoral municipal que trajo de cabeza a la sociedad michoacana y de manera muy especial a los morelianos. Finalmente el triunfo reiterado del profesor Wilfrido Lázaro Medina fue más que nada una bocanada de oxígeno para los electores. Al fin fuera campañas, fuera promesas, fuera dádivas insultativas, fuera acarreos, fuera toda esa lindura de mapacherías que suponíamos superadas pero que lamentablemente demostraron estar más presentes que nunca en la subcultura electoral mexicana.
Por cierto, sin proponérselo, el maestro Lázaro Medina se erigió como el presidente municipal más fuerte de México, simple y llanamente porque le ganó dos veces a todos sus adversarios, y porque con su segundo triunfo humilló la soberbia de un árbitro electoral (local, estatal y federal) que no tuvo más que aceptar que se había equivocado, con todas las gravísimas consecuencias jurídicas, económicas y sociales que su decisión impune trajo consigo.
Con ese antecedente y considerando los resultados de las encuestas más recientes que por cierto no fueron ordenadas por el PRI, sino por sus opositores PAN y PRD, el actual presidente municipal de Morelia se ubica como el mejor perfil desde el punto de vista de la opinión pública consultada. Este es un argumento de enorme valor que debe ser ponderado por el Comité Ejecutivo Nacional de su partido, pues es una apreciación que por otras vías partidistas evidencian el verdadero pulso entre el electorado en torno a los precandidatos Ascención Orihuela, Víctor Manuel Silva Tejeda y Wilfrido Lázaro Medina. Falta por tomar en cuenta las opiniones de los grupos locales de gran raigambre que no permitirán que la decisión se tome si ellos no son consultados; nos referimos a los muy golpeados pero evidentemente fuertes grupos de Jesús Reyna y Fausto Vallejo que, acéptenlo o no sus oponentes, aún se conservan con liderazgos reales en muchos municipios y distritos del priismo michoacano, ocupando presidencias municipales o diputaciones federales y locales hasta este día. Así es que por el momento, quietos, nadie se mueva, ya que puede resurgir la sentencia del mítico Fidel Velázquez.
Pero bien, la intención de esta colaboración no es la de evaluar el proceso interno priista, sino entrarle a la reflexión del concepto ciudadano, que es el que nos da la condición social de sujetos de derecho pleno para el accionar político.
Triple dimensión del sujeto social
Los teóricos de las ciencias sociales coinciden en clasificar en tres dimensiones al sujeto social, ellas son: persona, individuo y ciudadano.
La persona es el sujeto social que enlaza su existencia a la formación societaria natural. Comprende las relaciones que surgen entre los sujetos de una manera directa: asociación, expresión, afectos, sentimientos, pasiones, creencia, etcétera, cuyo centro contemporáneo es la familia. Su modo de existencia se centra en el interior subjetivo, en la actividad elegida por el libre albedrío, en la vida voluntaria intencional, se levanta sobre la condición y la conexión natural directa entre los sujetos y la comunidad. El resultado de esta tendencia en su formación axiológica es la moral.
El individuo enlaza con la formación civil. Ésta queda comprendida entre el trabajo, la producción y la satisfacción de las necesidades con las formaciones interiores que lo facultan para generar proyectos. En su actividad que transforma a la naturaleza, aprovecha el saber y la técnica para elevar la eficiencia en el trabajo y para organizar la existencia social de acuerdo con las necesidades generales. Se trata, por tanto, del sujeto característico de la sociedad civil. Su formación axiológica es la ética.
El ciudadano es el sujeto que enlaza su existencia con la formación política. Concentra las funciones sociales generales (la economía, la educación, el gobierno, etcétera) con la conciencia de los fines y la organización sociales; como sujeto que levanta su conciencia y actuación sobre los principios de la vida social, con forma de existencia pública y con acción constitutiva capaz de modificar la sociedad. Por eso, en el plano político, no basta la promesa o la palabra. Se exige la deliberación y el diálogo para establecer el principio que tiene fundamento por sí a través del pensamiento y la acción públicos.
Distinto del individuo que es particular, el sujeto ciudadano es igual a los demás; en cuanto poseedor del poder constitutivo universal. Su identidad es colectiva y su lado exterior correspondiente es un pueblo, una nación o una clase. Ésta, gira alrededor de las formas de organización y los fines de la sociedad. Su formación axiológica son los valores públicos y cívicos.
Estas dimensiones son una síntesis del sujeto con la vida social exterior. Son centros de irradiación de fuerzas especiales: de autonomía personal, de proyectos individuales y de acción pública ciudadana.
Ciudadano y valores cívicos
La formación social cívica. Los valores cívicos tienen como condición a la ciudad. En latín civitas, en griego polis, de donde nace política. Es entonces que, en sentido estricto, los valores cívicos se refieren a los valores políticos, extendidos desde nuestra comunidad o núcleo social más inmediato hasta al plano mundial.
La formación axiológica ligada a la dimensión social puede denominarse cívica, así como la conectada a la dimensión civil se denomina ética. Descartemos la connotación deleznable que la palabra política tiene en el ambiente vulgar. Hoy se le refiere al poder, al dominio, a quienes aprovechan a los demás para escalar puestos públicos, a quienes hacen de la vida pública un botín personal o partidario. Esos significados no valen para nada. Son perversiones de la vida política. Igual, los llamados acuerdos de civilidad en batallas partidarias no tienen contenido cívico. Simplemente se trata de evitar golpes sucios en ausencia de campañas con verdadero contenido político.
La polis es el mundo de lo político. El ciudadano es el sujeto de la polis. Es el sujeto que por principio constitucional tiene todos los derechos y obligaciones para participar en el ámbito del Estado y tiene como único coto a la ley. Este principio surge con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la Revolución Francesa, cuando afirma que: La ley es la expresión de la voluntad general. De ahí que hayamos iniciado nuestro artículo haciendo alusión a los procesos electorales inmediatos para afirmar que el verdadero sentido de la política es el respeto a la ley. El respeto al texto constitucional. Esta finalidad señera se manifiesta ausente en muchos de nuestros actores políticos cuando no les va bien en la feria.
Opina el investigador de lo social Rafael Mendoza Castillo, en Pensamiento y acción: La acción política debe fundarse en un Estado de Derecho, en una condición democrática y en un valor humano consciente. Volver a la Constitución Política es recuperar el valor de la ley, el valor de la confianza y la credibilidad de nuestro hacer público.
Para este 2015 y por el bien de México, hagamos, pues, ciudadanía.
Es cuánto.
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